viernes, 17 de julio de 2009

12ª Etapa: Tonnerre-Vittel 211.5 km

El Tour no es una historia lineal. No podemos seguirlo como una carrera de F1. Cada uno tiene un objetivo en esta historia. Están los equipos que van a ganar una etapa, están los equipos de sprinters, dispuestos a imponer su estilo. Están también los corredores que van a por el premio de la montaña o a por el maillot del más jóven. Y están también los corredores que van a trabajar para su jefe de filas, los que recuperan al líder cuando pincha y luego se quedan a recoger bidones de agua para el grupo. Son ciento setenta y tantas personas corriendo por un ideal. Hay unos cuantos que van a intentar ser el más rápido al final: esos son los que luchan por la victoria, por el amarillo de los sueños. Pero aquí no hay pool position: ser el primero depende de que los otros no sepan que quieres serlo.

El espectador moderno se ha acostumbrado al espectáculo directo, inmediato, sin digerir, de consumo fácil: díme quien ha ganado, dame el héroe de hoy, mañana quiero otro. Personalmente, me gusta, aparte de ver la etapa, leer las crónicas del día siguiente, para saber lo que ha pasado, para intuir lo que puede pasar. Frente a un espectáculo poliédrico, no me puedo fiar de mis sentidos. El Tour reivindica el slow food, reivindica el reposo y la mediterraniedad.

La etapa de ayer pareció monótona, pero la media del pelotón fue de 44,600. La de hoy va siendo más alta todavía. A falta de cuarenta kilómetros la media es de cuarenta y cinco setecientos kilómetros por hora. Eso significa que los escapados, para conseguir que la escapada fructifique, han estado durante más de dos horas corriendo a más de cincuenta kilómetros por hora. Se están pegando un palizón. Bonita la pelea entre Egoi Martínez y Pellizotti, peleando los dos por el de lunares, marcándose el uno al otro y marcando al resto del grupito.

Fantástico Sorensen, me alegro de volverlo a ver. La velocidad media, en la segunda etapa más larga de la ronda, ha sido de cuarenta y tres kilómetros´y medio. No están descansando.

Estamos en los Vosgos, en las estribaciones de los Alpes, en una semana la general será otra. Mañana Vittel-Colmar, empieza el movimiento.
atumbabierta
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Haikudejàvu

Otro escapado,
en la línea de meta,
alza los brazos.

Cronoescalada
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Cuarto día de descanso en el Tour. Así se le quitan a uno las ganas de escribir, por lo que hoy también seré más breve de lo habitual. Mientras desayunamos, mis camaradas y yo sugerimos diversos métodos de eliminación del piscinero. Él se encarga todos los días (ocho de la mañana) de despertarnos y espabilarnos con su trajín de palos, botes y aspersores. El tontaina de Sergei dice que en vez de matarlo sería más oportuno, quizás Zala, llevarlo a la etapa de los Vosgos para que anime un poco el cotarro. Reímos, tostada y churretes de mermelada de fresa en mano, y convenimos perdornarle la vida al chaval que tan primorosamente cuida de nuestra piscina. Mi Verdugo está por delante de Ballan y de Cancellara en la general. Nicki Sorensen nació en la misma ciudad que Riis. Pedro Horrillo, al que leo habitualmente, nació lejos de Stalingrado, pero también es un superviviente. Aunque abundan los arribistas, el ciclismo es un deporte de supervivientes, da igual que te incinere tu propia hija, que te entierren con un tiro en la cabeza, o que te despeñes por un cortado de 80 m, lo importante es volver a levantarse.
Zalachenko
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